Hubo un tiempo en el que el objetivo era claro: crecer. Más clientes, más equipo, más ingresos.
Lo decía con orgullo. Lo medía en números. Y durante un tiempo, tuvo sentido.
Pero un día me di cuenta de algo que no había querido mirar: que ese “más” me estaba llevando a menos.
Menos tiempo para mí. Menos energía. Menos conexión con lo que de verdad quería hacer.
Crecía por fuera, pero me vaciaba por dentro. Y ahí fue donde decidí cambiar el foco.
Ya no quería volumen. Quería visión. No quería llenar el despacho. Quería elegir con quién trabajar.
Y ya no quería llegar a todo. Quería llegar solo a lo que tenía sentido.
Para eso, tuve que renunciar a muchas cosas. Clientes, hábitos, creencias.
Pero también gané algo que no se puede comprar: libertad para elegir desde lo que soy, no desde lo que se espera.
Entendí también que muchas asesorías siguen atadas al cliente que entra por la puerta, al que “toca”, al de siempre.
Pero el mundo no se acaba en tu barrio. El mundo digital abre otras puertas. Te permite deslocalizarte, conectar con personas afines, trabajar con quienes comparten tus valores. Te recuerda que puedes decidir.
Y que ese poder es tuyo, aunque a veces lo olvides.
Creadora del Método CLARO, un programa de transformación para asesorías pequeñas que quieren salir del bucle y volver a disfrutar de su trabajo. Tras rediseñar su propia asesoría desde dentro, ahora acompaña a otros despachos a encontrar un modelo más sostenible, humano y rentable. Cree profundamente que otra forma de ejercer es posible… y desde este diario lo demuestra, artículo a artículo.